En un pantano de la isla de Ré, un salinero reúne en pequeñas pirámides los cristales blancos formados en el fondo arcilloso. Última cosecha de una campaña marcada por la batalla por la sal ecológica ante las autoridades europeas.
“Parece una pelea entre campanarios, pero lo que está en juego es nuestro modelo económico”, desliza Louis Merlin, con el “simoussi” (nombre local del tradicional rastrillo) en sus manos, en el agua que chisporrotea bajo el primer campanario. Rayos del sol.
Lejos del revuelo provocado en los últimos meses por la definición de pliegos para la certificación orgánica de la sal, reconocida como producto minero y no alimentario. El 11 de julio, el Parlamento Europeo rechazó un proyecto de “acto delegado” de la Comisión al que se opuso la industria del sector.
El texto de Bruselas no fue una ventaja para ellos: excluía varias técnicas de producción y procesamiento, incluida la extracción explosiva de la sal de mina, el refinado de la sal y su recristalización después de la disolución.
Tras el “no” de los eurodiputados, ahora corresponde a cada Estado miembro establecer sus propias especificaciones. Una situación “completamente ridícula” para Louis Merlin, que cultiva unas diez hectáreas en el oeste de la isla. “Acabaremos con una etiqueta basada en potencialmente 27 normativas nacionales”, lamenta.
– Engaño –
Por no hablar del posible engaño al consumidor.
“Bajo la misma etiqueta tendremos las sales marinas más naturales posibles, recolectadas de forma ancestral, con esfuerzo; y sales de roca o de sal recolectadas mecánicamente, que contienen productos prohibidos como orgánicos en Francia pero autorizados en otros lugares”, añade quien preside la asociación de productores de Relais, que cuenta con un centenar de miembros.
Otra distorsión de la competencia es la estacionalidad: la sal del Atlántico se recolecta de junio a septiembre, gracias al sol y al viento después de la evaporación, mientras que la sal gema se produce durante todo el año.
La producción de estos “Petits Poucets” supone un grano de sal en el plato francés: de las 200.000 toneladas que se consumen en Francia, sólo 25.000 proceden de las marismas atlánticas.
En total, representan menos del 0,4% de la producción francesa de sal, utilizada principalmente para la retirada de nieve o en la industria química, según la Asociación francesa de productores de sal marina del Atlántico (AFPS), que reúne a 600 artesanos.
“Estamos envueltos en una historia de la que nos hubiera gustado prescindir, nuestro producto 100% natural no necesitaba este etiquetado antinatural”, se queja Hugues Leprince, presidente de la cooperativa de salineros de Rais.
– Pragmatismo –
En Francia, un grupo de trabajo del Comité Nacional de Agricultura Orgánica, bajo la dirección del Instituto Nacional de Origen y Calidad (Inao), debe definir las especificaciones. Que podría inspirarse en el texto de la Comisión, según fuentes entrevistadas por la AFP.
Si esta etiqueta parece “muy imperfecta”, los productores de sal (productores radicados en el sur del Loira) y los trabajadores de la sal (en el norte) solicitarán su aprobación por “realismo y pragmatismo comercial”, se explica: prevén una demanda en la industria alimentaria: en galletas, bizcochos, panaderías o para la fabricación de platos preparados, patatas fritas y otras conservas.
“Un distribuidor ya ofrece sal española ecológica en el mercado francés, tenemos que actuar rápido”, subraya Tanguy Ménoret, productor de Guérande (Loira Atlántico) y presidente de la AFPS, señalando el riesgo de ser superados por industriales extranjeros, y ser “los pavos del chiste”.
“Al final, gana la gran distribución: entre dos etiquetas ecológicas, siempre elegirá el producto más barato”, coincide Véronique Richez-Lerouge, consejera departamental de la Isla de Ré.
“No nos precipitaremos, veremos cómo reacciona el mercado”, afirma Hugues Leprince, que quiere “confiar en el consumidor”.
Los productores de Relais apuestan por su enfoque de “valorización y diversificación”, iniciado en 2009 con la solicitud de una indicación geográfica protegida (IGP), como las marismas de Guérande.
La isla acaba de organizar un festival, la “Flor de sal”, para ilustrar el saber hacer de los salineros. El método de recuperación de este oro blanco está en el centro de un conflicto con otras zonas de producción francesas. Otra pelea para pelear.